El fin del año: Abraza la muerte y vive la vida 

Con el fin del año acercándose, me encuentro reflexionando bastante sobre la vida, la muerte y las vueltas que dan ambas, y estoy más segura que nunca que hay que abrazar la muerte para vivir la vida. Hace tres años mi padre fue diagnosticado con cáncer. Gracias al gran conocimiento y atención de los médicos del hospital de Houston, Texas, él sobrevivió. Hoy en día está bastante bien de salud, aunque tiene que continuar con revisiones mensuales. Estoy agradecida de haber tenido los recursos y la posibilidad de dejar a mis alumnos y trabajo en Sevilla durante un mes para cruzar el océano y visitarle. 

Sin embargo, la tierra de mi nacimiento no es la tierra de mi alma. A lo largo de ese viaje encontré muchas cosas positivas y también cosas dolorosas. Hace 13 años tuve claro que tenía que salir de ese país para encontrarme y conocerme a mí misma. Durante mi tiempo fuera, viviendo como una inmigrante en un país y otro, durante esa época de inestabilidad e incertidumbre sobre mi futuro e identidad, agradezco la única cosa constante que me ha atado a la tierra, que me ofreció la tranquilidad y el ánimo para continuar en mi camino de sanación y autodescubrimiento: mi práctica de Yoga. Es la misma práctica, ahora un poco más consciente que hace 13 años, la que me dio la fuerza y la calma para continuar y terminar la visita a la tierra de mis padres.

No voy a entrar en los detalles sobre las olas turbulentas de mi vida familiar, las cosas oscuras, raras y totalmente bizarras que he vivido creciendo en un mundo de fanatismo religioso y aislamiento. Es suficiente decir que, a lo largo del viaje, me he dado cuenta a un nivel más profundo de que tenemos una vida. Todos vamos a morir. Hay que reconocer al nivel del alma que tú, tu familia, tus amigos, tus mascotas, todos vamos a morir. Reconocer esto es el único hecho que te permite vivir. Y vivir no es solo respirar. Elegimos vivir de verdad cuando nos desahogamos de la pesadez del pasado y aceptamos la ligereza del presente. La muerte es un regalo que nos ayuda a vivir. Si piensas que tienes toda la eternidad para hacer lo que quieres, es muy posible que nunca lo hagas. El concepto de ´Work Expands to Fill the Time Available´ (el trabajo se dilata para completar el tiempo disponible) desarrollado por Betty Friedan demuestra eso. Demuestra que cuando uno tiene un tiempo limitado, por ejemplo 4 horas en vez de 8 para terminar algo, lo hace de una manera más eficaz y concentrada que cuando tiene el doble de tiempo.

Incluyo en esta observación a mi propio padre. Un hombre con grandes sueños que, debido a su perspectiva religiosa, pensaba que nunca iba a morir. Como consecuencia, siempre pensaba que iba a tener tiempo para terminar sus proyectos y cultivar una relación con su familia. ¿El resultado? Una casa nunca terminada y una relación bastante limitada con sus siete hijos y mujer. Fue únicamente a partir del diagnóstico de cáncer que se dio cuenta de que tu tiempo en esta Tierra es limitado y entró en un gran estado de remordimiento por no valorar su familia o no terminar su gran proyecto de vida.  

Aplicando el concepto ´Work Expands to Fill the Time Available´ (el trabajo se dilata para completar el tiempo disponible) a la vida en general, si uno acepta que hay un final de la vida de este cuerpo de carne y sangre, el miedo y la pereza de salir de tu propia zona de confort empieza a desaparecer. La preocupación de fijarnos en lo que los otros piensan, incluyendo a la gente más cercana a ti como tus padres, pareja o hijos, empieza a transformarse y en vez de ser un miedo, pasa a ser una broma, algo que te hace reír. Cosas que fueron tan serias de repente no lo son. Y sobre todo, en vez de dejar tus sueños en el vacío del “mañana” empiezas a fijar y dirigir tu energía hacia las cosas, actividades y personas que te hacen feliz.

Hannumanasana: El Guerrero
Hannumanasana: Un gran Guerrero

Joseph Campbell, escritor estadounidense gran conocedor de mitologías y religiones, documentó en su obra «El héroe de las mil caras» los puntos en común de mitos, leyendas y tradiciones de diversas culturas y épocas del mundo. Según Campbell, el «héroe» o protagonista de esos mitos siempre se encuentra ante una situación que le impulsa a salir de su zona de confort para enfrentarse con la realidad de su propia muerte. Ese viaje se llama el viaje del héroe.

En el viaje, el héroe o heroína siempre tiene que enfrentarse a la muerte. Afrontando y al final aceptando la realidad de su muerte, el héroe deja de ser víctima y encuentra lo más valorado en el mundo-su ser verdadero; el protagonista se da cuenta de que este ser independiente de las condiciones externas, es el creador y jefe de su propia vida. Eso no significa que las cosas siempre se manifiesten como quiere, pero la gran lección de este mito mundial es caer en la cuenta de que siempre se tiene la opción de elegir entre ser el héroe de nuestra vida o víctimas de ella. Siempre tenemos la opción de buscar soluciones y utilizar la creatividad única de los humanos para mejorar y disfrutar de nuestro tiempo limitado en esta Tierra, o bien quedarnos congelados, quejándonos. 

En mi tiempo en los EE.UU. he vuelto a ver a gente que no había visto en mucho tiempo. Algunos de ellos habían elegido aceptar la responsabilidad de sus propias vidas y pude ver esto en sus caras y en su energía, tan alegre. Desafortunadamente, la mayoría de las caras y las conversaciones de mi experiencia en los EE.UU. no fueron así. Cuando compartí esa observación con mis amigos que también han viajado y vivido fuera del país, me dijeron que ellos también habían observado lo mismo y que notaron un ambiente con una vibración energética muy baja y errática. Algo que oscilaba entre la apatía y el enfado.

Debido a las sutras de Pantajali, yo diría que había una oscilación entre las energías -o gunas- de Tamas (la apatía) y Rajas (el enfado/ansiedad). Percibí que la energía Sattva, una energía equilibrada que te da una experiencia de ecuanimidad no podría existir en un ambiente que fluctuaba tan rápido entre un extremo de inactividad y otro de actividad. Un lugar donde todos gastan una pasta para comer fuera de casa solamente para irse rápido y empezar otra actividad en vez de disfrutar el tiempo necesario para apreciar la buena compañía y comida. Con una vida así, no es una gran sorpresa que la depresión sea uno de los diagnósticos más comunes en los EE.UU-y haya una gran epidemia de adicción a los opiáceos.

Desde una perspectiva de estructura social, creo que una sociedad tan centrada en producir y consumir provoca que la gente centre sus identidades en cosas o con una imagen que uno compra y vende. Son identidades externas que vienen de fuera del individuo, no desde adentro como un carácter de integridad y relaciones de calidad, que requieren tiempo y que no tienen precio. Como consecuencia, sus identidades están basadas en el mundo externo y siempre hay miedo de perder lo que has conseguido. EE.UU es un país lleno y controlado por el miedo. Miedo a caminar por las calles. Miedo a perder su trabajo. Miedo a ir al hospital. Miedo a perder peso. Miedo a no perder peso. Miedo a perder a su pareja. Miedo a casarse. Miedo a las armas. Miedo a perder las armas. Miedo a la policía. Miedo al terrorismo. Miedo a los blancos, los negros, los inmigrantes, los musulmanes, las mujeres, los hombres…etc y detrás de todo de eso, un gran miedo a la muerte. 

Todavía no he llegado a ser un Yogi tan avanzado como para poder sentarme entre tanto miedo y estar tranquila. Me ponía tan nerviosa al escuchar frases tan ilógicas y negativas que la única cosa que podía hacer para calmarme era volver a mi esterilla de Yoga. Entre los sobrinos
gritando, los parientes y conocidos criticando un mundo que no conocen, escupiendo frases machistas, racistas y nacionalistas, creando una vibración de energía muy pesada y negativa, en mi esterilla de Yoga encontraba algo de paz. Me sentí más agradecida que nunca por conocer esta práctica tan antigua y sabía que me haría sentir cómo el estrés y la pesadez desaparecían literalmente con cada inhalación y exhalación. Cada segundo que me quedaba en una postura practicando ser la observadora y la observada, disfrutaba del placer del presente tranquilo. Mi sistema nervioso entero se calmaba y sentía cómo una paz cubría mi mente y mi cuerpo. Observé a un nivel más profundo, como nunca antes, el poder de Yoga para soltar el estrés y los bloqueos guardados adentro, a un nivel físico y psicológico.
 

Veo ese viaje al otro lado del mar como si fuera un fuego de refinación con mi práctica de Yoga limpiando continuamente las cenizas de ese fuego. Con esta experiencia y la cara de remordimiento de mi padre guardada en mi mente, alma y cuerpo, volví a España y abrí mi propio centro de Yoga. Afronté el gran miedo y desafío de ser empresaria y autónoma (especialmente aquí en España) para ser capaz de proveer un espacio adecuado para todos, independientemente de sus capacidades físicas o psicológicas, donde pude compartir y enseñar esta disciplina tan antigua, sabia y sanadora.

 

Gracias a todos quienes han caminado ese camino de Yoga conmigo, a los que siguen caminándolo y a los que empezarán. ¡Nos vemos de nuevo en el año nuevo en las clases, cursos, intensivos y formaciones de Karmuka Yoga

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