Tanto la mente yóguica como la mente verdaderamente científica deben ser una mente viva, aprendiendo, nunca concluyendo. Aferrarse suavemente a las verdades y patrones observados, pero voluntariamente dejarlos ir si se demuestra que son falsos o incongruentes. De esta manera, el flujo de conocimiento es constante y nunca está muerto o estancado. Es esta curiosidad
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