“Cuanto más arrebatéis de las cosas materiales, en mayor sujeción os tendrán; pero si no hacéis caso de ellas, a vosotros se someterán.” (Patanjali Yoga Sutras 2:37)
Una de estas prácticas para ayudarnos conseguir eso es Aparigraha- el desapego.
Con todo el caos y incertidumbre alrededor el crisis de COVID 19, ahora más que nunca, la practica antigua de Aparigraha es fundamental a nuestro bienestar psicológico y físico.
«El esfuerzo, cual viene a ellos que han dejado atrás su deseo por objetos vistos o escuchados, y que desea controlar los objetos, es DESAPEGO» (1:15).
Como ya he explicado en posts anteriores, la percepción que tenemos de control sobre nuestra propia experiencia de la vida es fundamental para nuestros niveles de satisfacción y felicidad. Los seres humanos que se sienten atrapados e incapaces de tomar sus propias decisiones, como cualquier otro animal en cautividad, sufre física, mental y emocionalmente.
“Apego es esto que se agarra al placer. Aversión es esto que se agarra en dolor” (2:7-8)
El miedo a la pérdida es un término psicológico utilizado para describir las perspectivas y acciones que elegimos para evitar la pérdida de algún objeto, ideal y/o identidad. Según Kahneman y Teversky (1979) si perdemos algo que definimos como NUESTRO, sufrimos el doble que si perdemos algo que nunca hemos identificado como nuestra propiedad. Esto no se limita a objetos físicos. Muchos de nosotros reclamamos varias identidades o ideales y nos molesta mucho si están amenazados o desafiados. Además, cuanto más hemos sufrido o invertido en dicho objeto, identidad o idea, más miedo tenemos en perderlo.
El resultado de agarrar objetos, relaciones o identidades es que acaban en sufrimiento porque nuestro miedo a la pérdida, especialmente si hemos invertido mucho dinero o tiempo en el tema, nos lleva a atarnos a ellos. Esto baja nuestra percepción de libertad. El miedo a la pérdida nos controla en vez de nuestra libertad de elegir. Patanjali observó que practicando el arte de Aparigraha se consigue escapar de una circunstancia así. Liberándonos del miedo de perder, ganamos más control sobre la experiencia de nuestra vida. Sin nada que perder, el mundo se transforma en un campo de posibilidades infinitas.
¨El niño instintivamente tiene miedo porque la experiencia de dolor está allí…estos sentimientos (miedo, enfado, odio etc.) tienen que estar controlados en la raíz, en sus formas sutiles aún antes de que lleguemos a ser conscientes que están actuando sobre nosotros. Sólo cuando esto ocurre seremos capaces de quemar y quitar su propia semilla” (2:9)
incapacidad de huir o luchar frente de una amenaza. El sistema nervioso responde a esta incapacidad de luchar o escapar, con una respuesta de parálisis y una disociación del cuerpo. El trauma muchas veces es visto como algo físico experimentado, pero también se puede dar al ser abandonado, excluido del grupo o por una pérdida. Desde una perspectiva de evolución, en el mundo silvestre, sin la protección del grupo, un humano solitario es muy vulnerable al ataque o la muerte.
Los síntomas del trastorno post traumático ocurren cuando la percepción de control y seguridad desaparece y después, revisitado una y otra vez a través de la memoria, las pesadillas y la tensión corporal.
“Trabaja incesantamente pero deja atrás todo el apego al trabajo. No te identifiques con nada. Mantén tu mente libre. Sufrimiento viene a través del apego, no a traves del trabajo.”(1.2.7 Karma: Complete works Swami Vivekananda)
siempre volverán a ti. La interpretación errónea de este ciclo de trabajo/acción es que el sujeto que recibe los beneficios de dicha acción está obligado a devolver el favor a quien se lo hace. Esta interpretación errónea, especialmente en las relaciones humanas, es la raíz de todos los tipos de sufrimiento e infelicidad.
El apego hacia diversos tipos de expectativas y códigos de comportamientos nos hace dependientes de la respuesta del otro. La práctica de desapego respecto al resultado de nuestras aciones (karma) nos ofrece una gran libertad frente a las expectativas. Esa teoría la confirman diversas investigaciones psicológicas que demuestran que cuando hacemos actos de altruismo, nuestros niveles de bienestar aumentan y son más duraderos que cuando hacemos el mismo acto con la expectativa de un premio.
“Vamos a terminar en la muerte. No hay nada más seguro que eso.” (Swami Vivekananda )
El Dr. Gabor Mate, experto en trauma y adicciones, dice que la causa de la adicción es el dolor (trauma) que resulta de la supresión y el olvido de ser verdadero. En esta traducción de los Yoga Sutras, Swami Vivekananda refleja esta observación en el cuento siguiente:
“¿Qué finalidad tiene la Naturaleza? Que Purusha adquiera experiencia. El Purusha ha olvidado, por decirlo así, su potente naturaleza divina.
Refiere una leyenda que Indra, el rey de los dioses, se infundió una vez en el cuerpo de un cerdo y se revolcaba en el cieno. Tenía por compañera una verraca que le dió lechoncillos, y era dichoso. Al verle los dioses en semejante apuro, le dijeron: «Eres el rey de los dioses y tienes a todos los dioses bajo tu mando. ¿Por qué estás aquí?» A lo que respondió Indra: «No importa. Estoy muy bien aquí. Ningún cuidado me da el cielo mientras tenga esta verraca y estos lechoncitos.» Los dioses no supieron qué replicar, y al cabo de algún tiempo decidieron ir matando los lechoncillos uno tras otro y por fin a la verraca. Cuando todos murieron, Indra se afligió y lloró. Entonces los dioses abrieron en canal el cuerpo del cerdo, y de él salió Indra que se rió del horrible sueño que había tenido, creyendo que en la vida del cerdo cifraba su dicha, con deseo de que el universo entero adoptara tal vida. Esta leyenda simboliza que cuando Purusha se unifica con la Naturaleza olvida que es puro e infinito. Purusha no ama, porque es el mismo amor. Purusha no existe, porque es la misma existencia. Purusha no conoce, porque es el mismo conocimiento. Es un error decir que el Yo ama, existe y conoce. El amor, la existencia y el conocimiento no son cualidades del Purusha sino su esencia.” (2:18)
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Como una mochilera perenne, empecé a perder mi apego a objetos materiales hace muchos año. No soy una monja, pero a través de mis viajes, la observación de otros y varias pérdidas de varios objetos, he aprendido cómo apreciar y prefiero una vida con menos cosas. Sin embargo, la crisis de COVID 19 me forzó a soltar unos apegos profundamente arraigados en conexión con relaciones, identidades e ideales y me encontré llorando y gritando como Indra en su cuerpecito de cerdo.
Con la crisis del COVID 19 tuve que afrontar la realidad de que me había asociado mi sentido
de valor con la etiqueta y la idea de ser una profesora de Yoga, directora de un estudio y aún a la existencia física del centro. No es una gran sorpresa que cuando estuve forzada a cancelar todas las actividades y cerrar el centro sufrí enormemente. Esta sensación de pérdida se hizo aún más fuerte por un sentido profundo de abandono porque aquellos que tuve la expectativa de que iban a apoyarme y ayudarme, hicieron lo contrario. Además, si eso no fue suficiente, no hubo manera de conseguir un poco de empatía por parte de la propietaria del centro para ofrecerme un descuento del alquiler durante los meses de la cuarentena- a pesar de la realidad, que por ley, me prohibió utilizar el espacio.
“Sólo por renuncia a este mundo se llega al otro… La práctica de Yoga conduce al discernimiento, a la claridad de visión. Cae la venda de los ojos y vemos las cosas tal como son. Hallamos entonces que la Naturaleza es una combinación que muestra su panorama a Purusha, el espectador. La Naturaleza no es el Señor, pues todas las combinaciones de la Naturaleza tienen por fin mostrar estos fenómenos al Purusha, el entronizado rey interno…por larga práctica del Yoga, cesa el temor.” (2:15 /4:25)
Durante el confinamiento del COVID 19 me enfadé. Lloré. Me paralicé. No tuve ningunas ganas de salir de la cama. Si no fuera por mi madre, que estuvo en confinamiento conmigo y las clases online ofrecidas por mi profesor Jordi Marti, es que posible que no me hubiera levantado de la cama. Algunos días miré con disgusto a mi esterilla de Yoga. Los días que resistí mi práctica diaria, me sentía ahogándome en mi miseria, en el sofá. Sin embargo, cada vez que solté mi resistencia y puse mis pies en la esterilla, hice una auto-exploración de estos apegos mencionados – estos lugares estancados que pusieron bloqueos en mi respiración y causaron turbulencias en mi mente. Me volví más consciente de mi respiración y la profunda conexión que ella tiene con la actividad de mi mente y también con las sensaciones de mi cuerpo; y cómo estas sensaciones de mi cuerpo afectan a mi respiración y a la mente. Por eso, con cada respiración, cada movimiento y acción interna, profundicé en mi percepción y empecé a sentir, literalmente, como los nudos del apego -la causa de mi sufrimiento-de desataban y se soltaban. Y en esa liberación, que sigue todavía, me encuentro experimentando una claridad de pensamientos y tranquilidad que me no tuve durante la mayoría de la cuarentena.
La vida existe en la inhalación y la exhalación constantes. Es nuestra elección dejarla entrar y salir. Podemos retener nuestra respiración PERO si retenemos nuestra respiración, como hacemos con tantas otras cosas, ¡seguramente vamos a sufrir! Así como con la respiración respiras tú y respiro yo, Aparigraha nos enseña que agarrando cosas físicas y/o abstractas vas a terminar con sufrimiento. Soltando y dejándolos ir alcanzamos la libertad y la felicidad.
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Un millón de NAMASTES por las donaciones generosas a través de la plataforma de Go Fund Me que ayudarán mantener el centro abierto para actividades y clases, por lo menos, durante el mes de septiembre. La crisis del COVID 19 ha dejado el futuro muy incierto. He invertido mucho amor, tiempo, dinero y sudor construyendo y manteniendo la comunidad y el centro de Karmuka Yoga. El instinto de agarrarlo, lo que sea, es muy fuerte. Haré el trabajo – el Karma – para quedarme. Sin embargo, si las circunstancias del COVID 19 exigen que suelte el centro y quizás deje Sevilla, es una realidad que ahora puedo aceptar. Hace unos meses, contemplar esa posibilidad me llevó a un estado emocional de parálisis. Ahora, sin embargo, hay una profunda tranquilidad en dejar que surja lo que surja. Hay una gran felicidad en recordar que todos los apegos y miedos son definidos, aceptados y resistidos en nuestras mentes. Debajo de todo de esto, tú y yo somos siempre libres.
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